La industria minera ha jugado un rol estratégico en el desarrollo de Chile, el cual se acentuará aún más para salir de la crisis y reactivar la economía. En el último tiempo el cobre ha pasado a ser un material mucho más apreciado durante la pandemia por sus propiedades comprobadas bactericidas, además de ser considerado un material clave para nuevas industrias en ámbitos como las energías renovables no convencionales, insumo para combatir el cambio climático, acelerar el desarrollo de la transformación digital por nombrar algunos.
Hoy el sector está enfrentando desafíos sin precedentes para atender la crisis medioambiental (cero emisiones, cero residuos, gestión hídrica) y el valor social que demanda la comunidad, que le permitirán transitar hacia un desarrollo más inclusivo y sustentable.
Es en este escenario y bajo un modelo de innovación abierta y asociatividad que Expande ha buscado convertir los desafíos de la industria minera en un motor de desarrollo tecnológico para Chile, contribuyendo así a la diversificación de la matriz productiva, fomentando un ecosistema de proveedores intensivos en conocimiento. Este ha respondido a la demanda de innovación mediante la incorporación de tecnologías en ámbitos tan relevantes como: seguridad laboral; continuidad operacional; gestión de activos; medio ambiente, trabajo con las comunidades; eficiencia de procesos e interoperabilidad.
En más de cuatro años, y gracias al trabajo colaborativo con sus socios (Antofagasta Minerals, BHP, Codelco, y Teck), sumado al apoyo de Corfo, Ministerio de Minería, BID-Lab, y otros partners nacionales e internacionales, ha logrado prospectar más de 1.600 proveedores y más de 2.300 soluciones en diferentes grados de madurez, muchas de las cuales están siendo implementadas con éxito en la industria. Además, ha lanzado más de 200 desafíos al ecosistema y facilitado más de US$48 millones asociados a contratos y levantamiento de capital.
En los últimos 25 años, el desarrollo de la industria minera ha experimentado un crecimiento sorprendente. Mientras que en el año 1996 participábamos del 28% del mercado mundial con una producción anual de 3,1 millones de toneladas de cobre mina, en el año 2000 alcanzamos una producción de 4,6 millones, posicionándonos como primer productor mundial de cobre con una participación del 35%.
¿Qué factores fueron activadores de crecimiento? Por un lado, destaca un periodo marcado por un importante auge de la exploración que permitió el hallazgo de importantes depósitos cupríferos de clase mundial, lo que sumado al boom de la inversión privada y pública en la década de los noventa, logró convertir estos recursos geológicos en reservas mineras, haciendo posible la puesta en marcha de importantes complejos minero-metalúrgicos como: Minera Escondida (1991), Quebrada Blanca (1994), Candelaria (1994), El Abra (1996), Radomiro Tomic (1998), Doña Inés de Collahuasi (1999), Cerro Colorado (2000), Spence (2006), Los Pelambres (2000), por nombrar algunos.
Un segundo aspecto fue el desarrollo tecnológico, caracterizado por la tendencia al gigantismo que permitió disponer de equipos de gran capacidad de carguío y transporte de mineral en operaciones mineras de superficie como en minería subterránea sumado a un crecimiento importante en la capacidad de tratamiento de equipos de conminución, molienda y flotación.
¿Dónde estamos hoy? En materia de posicionamiento de mercado, seguimos siendo el primer productor de cobre a nivel mundial, pero con una menor participación (27%) y una producción anual similar al año 2013 (en torno a 5,8 millones de toneladas de cobre fino) a pesar de que en los últimos 7 años ha habido importantes inversiones, las que en su mayoría han estado orientadas a proyectos de aumento de extracción y tratamiento para compensar la caída de leyes.
En materia de tecnología minera, se ha continuado con el gigantismo de equipos de carguío y transporte, algunos de los cuales ya operan en forma autónoma en los principales rajos mientras que, en minería subterránea, la tendencia ha sido la misma y operados remotamente.
Desde hace unos años y gracias a importantes avances en materia de comunicaciones, sensorización, interoperabilidad y desarrollo de técnicas de manejo de grandes volúmenes de datos, a través de sofisticados algoritmos e inteligencia artificial, ha sido posible desarrollar nuevos modelos de gestión
operacional basado en la integración de operaciones mina-planta, concepto que ya es realidad en algunas compañías de la gran minería, las que buscan el óptimo global del proceso a través de la toma de decisiones oportuna para reducir las ineficiencias generadas por el deterioro en la calidad del mineral, así como también para reaccionar a tiempo ante situaciones operacionales que afectan la continuidad operacional de los procesos, logrando con ello una asignación de manera eficiente de todos los recursos disponibles, capturando y agregando valor al negocio.
¿Qué vemos a futuro? Importantes flujos de inversión pública y privada para materializar una cartera de 31 proyectos por un monto total de 65 mil millones de dólares que permitirá incrementar la producción en 27%, equivalente a 7,4 millones de toneladas de Cu mina. Por lo tanto, la industria minera seguirá siendo un motor importante de desarrollo y bienestar para el país, donde los proveedores seguirán teniendo un rol importante en la sostenibilidad y desarrollo de nuestra industria y por ende, podrán optar a grandes oportunidades para convertir sus competencias y desarrollos tecnológicos en una industria global que permita diversificar la matriz productiva de Chile, convirtiendo a nuestro ecosistema en un generador de conocimiento y valor a través de soluciones tecnológicas globales.
Bajo este contexto, las compañías mineras seguirán demandando soluciones tecnológicas en los ámbitos de seguridad de las personas y sus activos, productividad y gestión operacional para hacer frente al deterioro de la calidad de las reservas mineras. Además, se intensificará la responsabilidad con el medio ambiente y la producción “verde”, donde veremos la masificación en el uso de energías renovables no convencionales, siendo el hidrógeno verde un importante actor.
En conclusión, tendremos una minería con mayor digitalización no sólo en los procesos productivos, sino que también será necesario disponer de tecnologías que faciliten la constructibilidad de los nuevos complejos minero-metalúrgico, donde vemos que se abrirán oportunidades en materia de construcción modular, ciencia de los materiales, impresión 3D.
En Expande vemos con optimismo el futuro de nuestra industria extractiva y un ecosistema sofisticado que ofrecerá soluciones a todos y cada uno de los desafíos que se presenten. El futuro es nuestro y por ello, nuestra invitación es continuar trabajando de manera colaborativa, donde la alianza público-privada y la innovación abierta harán realidad una industria próspera y sostenible.
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